Los padres dan amor
a sus hijos porque es lo que sienten, pero existen otras muchas razones de dar,
ayudar y obsesionarse por los hijos:
- Dar para apoyar
la propia autoestima: una persona que nunca se siente bien consigo mismo
intenta compensarse demostrando que puede ser un buen padre o una buena madre.
- Dar para compensar
con creces la privación anterior: una frase muy común en los padres es "no
quiero que mi hijo sufra todo lo que yo he sufrido". Y les dan cosas que
no merecen, está bien que quieran lo mejor para sus hijos, pero esa no es la
manera.
- Dar para
compensar la ausencia del otro padre. Uno de los padres puede ser alcohólico,
egoísta, estar enfermo, ser indiferente o tratar mal al niño; de esta forma, el
otro se siente culpable y teme que el niño crezca con problemas emocionales si
esta falta no es compensada, sin aliviar de todas formas la falta del otro
padre. De ambos es la responsabilidad, sin embargo, a uno le deja de importar
pero pueden consultar ayuda profesional y una buena comunicación.
- Dar para
compensar la propia ausencia. Los padres están muy preocupados por su trabajo y
están muy poco tiempo en casa; para compensar su ausencia les dan muchos regalos,
cambiando eso por el amor, tal vez llegan muy cansados, pero hay que ponerles atención.
- Cada vez que el
niño hace berrinche, para tranquilizarlos y no escucharlos le consiente lo que
quiere. Así el niño aprende a cambiar su comportamiento a cambio de soborno y
aprende a manipular a sus padres; cada vez las pataletas serán más grandes para
conseguir más.
Cuando en una
familia nace un niño con algún problema, el mundo se le viene encima y es
probable que no sepan cómo actuar. Lo mejor es buscar ayuda profesional, pero
en casa se debe dar una educación como si se la diéramos a su hermano que ha
nacido completamente sano.
Algún día los
padres faltarán y los hijos no sabrás enfrentarse solos a las cosas más
sencillas de la vida, porque siempre hubo alguien que se lo hacía porque lo
quería mucho y quería que fuera feliz. Y ahora está triste y deprimido porque
no es capaz de valerse por sí mismo.
Los padres con
mensajes indirectos pueden llegar a influir tanto en la vida de un hijo que
lleguen a transmitirle el miedo a que el hijo se independice y pueda valerse
por sí mismo, con el terror de que el hijo pueda verse en una situación de
riesgo o de dolor. Las expectativas de los padres se convierten en la del hijo,
las ideas y juicios de éstos se interiorizan en el hijo y se proyectan en
amigos y amantes.
Muchas veces los
padres esperan tanto de los hijos, son tan exigentes, que los hijos, cuando son
mayores, necesitan a alguien del que depender, ya sea amigo o compañero
sentimental, igual que antes dependían de sus padres. Hasta podría ocurrir que
esos niños, de mayores, intenten cambiar y hacer a su gusto a esa persona, de
la misma forma que intentaba hacer su padre cuando era pequeño, pero el
problema está en que es probable que nunca encuentren el ideal de persona, las
relaciones se hacen difíciles, se hacen demasiado perfeccionistas y no llegan a
sentirse llenos, siempre piensan que les falta algo, aunque a lo mejor esa
persona es maravillosa, pero no se dan cuenta y se decepcionan.
También puede pasar
que los niños que en su infancia han sido muy queridos, se han sentido tan
abrumados que cuando son adultos tienen miedo a una relación estable, una
relación que les absorba.
La cuestión no está
en educar bien o mal a un hijo, los padres que quieren a sus hijos desean su
felicidad, pero hay que saber diferenciar si lo que intentan conseguir es la
felicidad del hijo o la suya propia.
Esto no quiere
decir que todo niño sobreprotegido en la infancia vaya a tener los mismos
síntomas en su edad adulta. Aunque existen más probabilidades de que esos
efectos sean más negativos que positivos.